ENDOCRACIA
El poder interior
Ensayo escrito por: Carlos A. Peñaloza M. y
Asia María Pérez de Peñaloza.
Primera vez que la escuchaba. Se lo expresé a
mi esposa y en seguida fui en busca del diccionario para conocer su significado
y, ¡oh sorpresa!, ¡esta
palabra no existe en el diccionario!
La palabra más cercana que pudiera servir
para inferir su significado es: “Democracia”, del griego demos: pueblo y kratos: autoridad, o sea, el poder en manos del pueblo. Entonces endocracia significaría: el poder en manos de nuestro interior (de nuestro ser, esencia
o consciencia) en una primera acepción; o gobierno interior, en una
segunda acepción.
Es recién ahora que cobra sentido esta
palabra al ser testigos presenciales de cómo se está desmoronando nuestra
sociedad, nuestras familias y nuestro medio ambiente. Muchos pensadores y
sabios de nuestra época catalogan a la nuestra como una sociedad distópica,
inmersa en un huracán de magnitud aceleradamente creciente, provocado por una
consciencia humana preponderantemente egocéntrica, materialista e
individualista, una sociedad que “ha
matado a Dios” (a decir de Friedrich Nietzsche, filósofo y filólogo alemán,
1844-1900), en la cual se ha desterrado toda idea de lo trascendente y, por lo
tanto, que otorga todo el poder a lo exterior, lo superficial y efímero.
Solemos tener ojos miopes a la hora de ir a
la causa más profunda de esta decadencia y solo atinar a ver la superficie. No
obstante, al profundizar cada vez más en la causa de fondo de estos problemas,
nos conseguimos una y otra vez con comportamientos humanos tales como: el
materialismo, el egoísmo, la codicia, la deshumanización, la desnaturalización
(desconexión y desprecio de la naturaleza), el especismo (considerar a la
especie humana como superior, y, por tanto, dueña y con derecho a disponer de
las demás especies vivas del planeta), etc. Estas actitudes de baja gama
vibracional (también llamadas vicios o
antivalores) son agentes que contaminan la consciencia del ser humano y
dejan de lado los valores que son los cimientos de cualquier construcción
consciente que queramos efectuar.
Por ejemplo: es por codicia y ambición que depredamos la naturaleza y sus recursos sin
importar la destrucción que infringimos a los ecosistemas. Es por ego y soberbia que hay opresión y
oprimidos entre las familias y los pueblos. Es por apego y avaricia que se penetra en el frio mundo del materialismo
aun a expensas de arriesgar nuestra salud y felicidad.
Estos antivalores tienen un común
denominador: la ignorancia, desconocimiento u olvido del ser consciente que
somos. Como dijo François de Rebelais (sacerdote y médico francés, 1494-1553): “La ignorancia es el origen y la madre de
todos los males”.
Ignoramos quienes somos y confundimos
apariencia con esencia. Creemos ser lo que tenemos; creemos ser los títulos que
ostentamos; creemos ser el estatus socioeconómico. Todos estos son posesiones, roles
y aspectos de nuestra vida, pero no lo que somos. Incluso, intentando dar un
paso de introspección solemos identificarnos en principio con nuestra parte
perecedera (El “yo inferior” (Ego): nuestro cuerpo físico, emocional, mental, y
la personalidad a él asociada), relegando al olvido a nuestra parte
imperecedera, nuestra esencia y conductor de nuestro vehículo humano. Erigir
nuestra personalidad sobre estos fundamentos exteriores pone en riesgo nuestro
bienestar, felicidad y realización, pues entramos a depender enteramente de
como vayan las circunstancias exteriores para experimentar satisfacción en la
vida. Y ¿cuándo no estén?, ¿cuándo se acaben?
Por olvidar nuestra esencia somos presa fácil
de las campañas publicitarias que caracteriza a nuestra sociedad de consumo
actual. Caemos en la trampa de creer que si no tenemos aquello o lo otro no
seremos felices. Confundimos prosperidad con posesiones o abundancia con
acumulación. Incluso, se nos estimula a compararnos con los demás, siendo esta
actitud caldo de cultivo para la aparición de otros antivalores, como la envidia, la vanidad y el egoísmo.
Otra acepción de la endocracia es la capacidad de gobernarse a sí mismo (autosoberanía). ¿Ya has tomado consciencia de que tienes un universo interior por gobernar?.
Esta pregunta profunda y provocadora nos recuerda el Principio Hermético de Correspondencia que se basa en la
analogía: “como arriba es abajo; como
abajo es arriba”. Así como hay un macrocosmos gobernado por un Creador,
también hay un microcosmos gobernado
por un co-creador que eres tú mismo. Considera por tanto a tu cuerpo humano
como un universo con galaxias (órganos, tejidos), estrellas (neuronas; núcleos
atómicos), planetas (células; electrones orbitando a los núcleos). Esta visión
nos pone frente a frente con la responsabilidad,
considerada por algunos sabios como el primer portal del alma. Se refiere a
tomar plena consciencia de la importancia trascendental que significa la
encarnación humana, la responsabilidad que tenemos para con los órganos,
sistemas, células, moléculas y átomos que componen nuestro cuerpo humano
(microcosmos). Para todos ellos nosotros somos “Dios”, y están prestos a seguir
nuestros designios, expresados en la forma de pensamientos, sentimientos y
acciones, en la dirección que nosotros mismos otorguemos.
Si
yo cambio, el mundo cambia.
La endocracia nos convoca a un sincero trabajo interior en beneficio propio y
el de nuestro entorno. Podemos resumir esta labor
into como el proceso alquímico interior de incinerar la sombra de nuestra
apariencia con la luz de nuestra esencia, para de esa manera recuperar la
memoria de nuestra divinidad olvidada. Empoderados con este recuerdo al que
llamamos espiritualidad (filosofía aplicada), nacer a una nueva forma de ver,
comprender y vivir la vida, servir con nuestros dones y talentos, vivir y
convivir en paz, amor y libertad. Con todo esto estaremos siendo semillas para
una nueva humanidad y ofreciendo nuestro aporte de consciencia al consciente
colectivo de la humanidad.
Si bien el término endocracia nos pudiera parecer
nuevo, nada de lo acá expresado en realidad es innovador, pues forma parte del
legado de conocimiento y práctica de grandes personajes de nuestra historia y
de los guías morales y espirituales de la humanidad.
El Libertador de América, Simón Bolívar, conocía bien acerca de
esto y lo resumió en muy pocas palabras:
"Moral y luces son nuestras primeras
necesidades".
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