sábado, 2 de diciembre de 2023

ENDOCRACIA

El poder interior 

Ensayo escrito por: Carlos A. Peñaloza M. y Asia María Pérez de Peñaloza.

 


        Hace varios años, mientras dormía, ya cerca del amanecer, me despertó súbitamente una palabra que iluminó mi pantalla mental y una voz interna la pronunció retumbando en mis oídos. La palabra fue: “Endocracia”.

 

Primera vez que la escuchaba. Se lo expresé a mi esposa y en seguida fui en busca del diccionario para conocer su significado y, ¡oh sorpresa!, ¡esta palabra no existe en el diccionario! 

    La palabra más cercana que pudiera servir para inferir su significado es: “Democracia”, del griego demos: pueblo y kratos: autoridad, o sea, el poder en manos del pueblo. Entonces endocracia significaría: el poder en manos de nuestro interior (de nuestro ser, esencia o consciencia) en una primera acepción; o gobierno interior, en una segunda acepción.

 

Es recién ahora que cobra sentido esta palabra al ser testigos presenciales de cómo se está desmoronando nuestra sociedad, nuestras familias y nuestro medio ambiente. Muchos pensadores y sabios de nuestra época catalogan a la nuestra como una sociedad distópica, inmersa en un huracán de magnitud aceleradamente creciente, provocado por una consciencia humana preponderantemente egocéntrica, materialista e individualista, una sociedad que “ha matado a Dios” (a decir de Friedrich Nietzsche, filósofo y filólogo alemán, 1844-1900), en la cual se ha desterrado toda idea de lo trascendente y, por lo tanto, que otorga todo el poder a lo exterior, lo superficial y efímero.

 

Solemos tener ojos miopes a la hora de ir a la causa más profunda de esta decadencia y solo atinar a ver la superficie. No obstante, al profundizar cada vez más en la causa de fondo de estos problemas, nos conseguimos una y otra vez con comportamientos humanos tales como: el materialismo, el egoísmo, la codicia, la deshumanización, la desnaturalización (desconexión y desprecio de la naturaleza), el especismo (considerar a la especie humana como superior, y, por tanto, dueña y con derecho a disponer de las demás especies vivas del planeta), etc. Estas actitudes de baja gama vibracional (también llamadas vicios o antivalores) son agentes que contaminan la consciencia del ser humano y dejan de lado los valores que son los cimientos de cualquier construcción consciente que queramos efectuar.

 

Por ejemplo: es por codicia y ambición que depredamos la naturaleza y sus recursos sin importar la destrucción que infringimos a los ecosistemas. Es por ego y soberbia que hay opresión y oprimidos entre las familias y los pueblos. Es por apego y avaricia que se penetra en el frio mundo del materialismo aun a expensas de arriesgar nuestra salud y felicidad.

 

Estos antivalores tienen un común denominador: la ignorancia, desconocimiento u olvido del ser consciente que somos. Como dijo François de Rebelais (sacerdote y médico francés, 1494-1553): “La ignorancia es el origen y la madre de todos los males”.

 

Ignoramos quienes somos y confundimos apariencia con esencia. Creemos ser lo que tenemos; creemos ser los títulos que ostentamos; creemos ser el estatus socioeconómico. Todos estos son posesiones, roles y aspectos de nuestra vida, pero no lo que somos. Incluso, intentando dar un paso de introspección solemos identificarnos en principio con nuestra parte perecedera (El “yo inferior” (Ego): nuestro cuerpo físico, emocional, mental, y la personalidad a él asociada), relegando al olvido a nuestra parte imperecedera, nuestra esencia y conductor de nuestro vehículo humano. Erigir nuestra personalidad sobre estos fundamentos exteriores pone en riesgo nuestro bienestar, felicidad y realización, pues entramos a depender enteramente de como vayan las circunstancias exteriores para experimentar satisfacción en la vida. Y ¿cuándo no estén?, ¿cuándo se acaben?

 

Por olvidar nuestra esencia somos presa fácil de las campañas publicitarias que caracteriza a nuestra sociedad de consumo actual. Caemos en la trampa de creer que si no tenemos aquello o lo otro no seremos felices. Confundimos prosperidad con posesiones o abundancia con acumulación. Incluso, se nos estimula a compararnos con los demás, siendo esta actitud caldo de cultivo para la aparición de otros antivalores, como la envidia, la vanidad y el egoísmo.

 

 


            La endocracia nos recuerda que hay un poder dentro de cada uno de nosotros. Es un poder que incluye los dones, talentos, valores y las virtudes que atesoramos, tanto humanas (templanza, fortaleza, prudencia, justicia) como divinas (paz, voluntad, verdad, amor, bondad, sabiduría, felicidad).

 A diferencia del poder exterior que es limitado por ser mutable y perecedero, el poder interior es un poder real por ser permanente y no perecedero. Una vez lo adquieras (o más precisamente, una vez que te hagas consciente de él) permanecerá contigo por siempre, aun cuando estés atravesando embates y adversidades en la vida. De hecho, la endocracia nos otorga herramientas para afrontar los desafíos y las dificultades que nos presenta la vida, ofreciéndonos la posibilidad de experimentar plenitud, aun cuando las cosas no marchen como quisiéramos.

 

Otra acepción de la endocracia es la capacidad de gobernarse a sí mismo (autosoberanía). ¿Ya has tomado consciencia de que tienes un universo interior por gobernar?. Esta pregunta profunda y provocadora nos recuerda el Principio Hermético de Correspondencia que se basa en la analogía: “como arriba es abajo; como abajo es arriba”.  Así como hay un macrocosmos gobernado por un Creador, también hay un microcosmos gobernado por un co-creador que eres tú mismo. Considera por tanto a tu cuerpo humano como un universo con galaxias (órganos, tejidos), estrellas (neuronas; núcleos atómicos), planetas (células; electrones orbitando a los núcleos). Esta visión nos pone frente a frente con la responsabilidad, considerada por algunos sabios como el primer portal del alma. Se refiere a tomar plena consciencia de la importancia trascendental que significa la encarnación humana, la responsabilidad que tenemos para con los órganos, sistemas, células, moléculas y átomos que componen nuestro cuerpo humano (microcosmos). Para todos ellos nosotros somos “Dios”, y están prestos a seguir nuestros designios, expresados en la forma de pensamientos, sentimientos y acciones, en la dirección que nosotros mismos otorguemos.

 



    El verdadero autosoberano es aquel que gobierna sobre los diferentes componentes de su vehículo humano (físico, energético, emocional y mental). Estamos 
llamados a emprender la ardua y satisfactoria labor de gobernar sobre nuestros órganos de los sentidos, nuestros deseos, emociones y pensamientos. Esta tarea necesariamente lleva a elevar nuestra mirada para ver la vida con ojos nuevos, a tomar plena consciencia de la esencia divinal que somos y a impregnarnos de poder interior para tomar las riendas de nuestra vida.


Si yo cambio, el mundo cambia. La endocracia nos convoca a un sincero trabajo interior en beneficio propio y el de nuestro entorno. Podemos resumir esta labor into como el proceso alquímico interior de incinerar la sombra de nuestra apariencia con la luz de nuestra esencia, para de esa manera recuperar la memoria de nuestra divinidad olvidada. Empoderados con este recuerdo al que llamamos espiritualidad (filosofía aplicada), nacer a una nueva forma de ver, comprender y vivir la vida, servir con nuestros dones y talentos, vivir y convivir en paz, amor y libertad. Con todo esto estaremos siendo semillas para una nueva humanidad y ofreciendo nuestro aporte de consciencia al consciente colectivo de la humanidad.

 

Si bien el término endocracia nos pudiera parecer nuevo, nada de lo acá expresado en realidad es innovador, pues forma parte del legado de conocimiento y práctica de grandes personajes de nuestra historia y de los guías morales y espirituales de la humanidad.

 

El Libertador de América, Simón Bolívar, conocía bien acerca de esto y lo resumió en muy pocas palabras:

 

"Moral y luces son nuestras primeras necesidades".


Leer más:


Endocracia, consciencia y gestión social 

 

¿Cómo ejercitar la endocracia en nuestra vida?   


Prácticas de vida consciente 


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